Pienso México, como mexicano, como cristiano, como revolucionario,
cristero, indígena, diverso e independiente. Pienso México como mi casa, mi
jardín y mi tierra de cultivo, mi playa. Como cultura milenaria.
No me preocupa: ¡me ocupa! Me ocupan sus lágrimas y su grito de
dolor. Me ocupan sus falsas tradiciones huecas y sin sentido; me ocupa su silencio
y su olvido, su apatía e indiferencia. Me ocupa su lejanía de Dios, de los
valores y de la tradición. Me ocupa su historia amarga, su “in-identidad”, su nada. Me ocupa su
falta de perdón y “auto-perdón”. No
somos “aztecas” ni españoles y hasta
se nos ha negado el ser “americanos”.
Y pienso México desde otro ángulo. Las posibilidades:
reinventarnos, volver a ser independientes, reconstruirnos, revalorarnos.
Somos, al final, lo que hemos querido ser –me incluyo: insanos, corruptos y
mediocres, asesinos de nuestros hermanos, uno a uno, uno tras otro. Hijos,
primero de aquella Tonantzin, a quien
sus propios hijos intentaron matar, movidos por el falso orgullo hipócrita del
que se cree perfecto. Hijos de la “Malinche”,
acusada de traición, que nos hace también traidores. Hijos de “una” Guadalupe
inexistente e irreal, la que hemos quitado del ayate, una de bulto y mal
pintada, una que ya no dice nada, no sabemos leerla, porque al mal pintarla, la
dejamos muda e inexpresiva; perversa ilusión de una nación abortada, y que
aborta a sus propios hijos.
Podemos comenzar desde el perdón, comprendiendo nuestro pasado y
con la mirada siempre puesta hacia adelante, al futuro.
Hay una nueva generación que ya crece y ya toma decisiones, pero que
no puede ser tomada en serio, ni en cuenta, pues ha crecido sin verdad, sin
amor, sin lecturas ni cultura, sin patria, sin México, ¿qué puede ofrecernos,
sino ilusiones vanas, virtualidad sin realidad ni verdad, conciencias
atenuadas, y un mundo color de rosa, o de variantes azules, o de arcoíris,
adornado de “likes” y “emojis”, sin “haches” ni acentos? “Progresistas”
y “liberales”, aunque anti-humanos libertinos, sin responsabilidad y sin
consecuencias, culpando al Estado, a la Iglesia y al vecino de cuantas
desgracias y guerras provocamos. Esta generación me ocupa: a ella hay que
cuidarla, reeducarla, amarla: rehacerla México y mexicanos.
Es fácil hablar, o escribir, como este caso, pero difícil actuar a
favor. ¡Volvamos a empezar México! Borremos sus instituciones y sus desvaríos; despidamos al ignorante gobierno, que reparte culpas,
pero no asume soluciones; que divide y corrompe desde ideologías de un pasado absurdo
y caduco. Despidamos también a los insensibles esbirros que pueblan su Congreso
pues no saben escuchar a quienes representan, pues no saben pensar por sí mismos,
ni más allá de sus intereses partidistas y “pseudo-presidencialistas”. Desterremos sus partidos
políticos quienes generan división y muerte. Denunciemos a los obispos y curas
negligentes, indolentes e ignorantes. Su historia, nuestra historia mexicana,
en tinta grana jamás podrá ser borrada, pero sí podemos contarla verídica,
aunque duela aceptarla; lo que pasó –el cómo pasó-, no podemos negarlo ni cambiarlo,
pero sí superarlo y perdonarlo -y perdonarnos- para que no haga más daño.
Reconstruyamos la vida, la fe y la sangre. Invoquemos un nuevo
destino construyendo el futuro con nuevas ambiciones, sanas éstas, para que
aquél sea sano. Volvamos a nuestros valores y a nuestro olor a tierra mojada.
Que la guitarra vuelva a sonar y las hondas voces vuelvan a cantar. Que
nuestros niños vuelvan a reír, y a jugar juntos por las calles; los padres de
familia regresen a sus casas con mil aromas a comida, dulces y alegrías;
volvamos a Misa de Domingo y a proclamar a Cristo rey de nuestra patria, y a la
Guadalupana pintada y leída en el ayate, ella mestiza, que nosotros, ni mexicas
ni españoles, sí mexicanos. Volvamos al "México lindo y querido", al de volcanes, selvas y mares; al
verde, blanco y rojo; al águila que nos fundó un día sobre un nopal devorando
la serpiente. Reinventemos México.
Sé que algunos me dirán: “¡oye,
pero también hay cosas buenas, deberías
hablar de ellas!”. Sí, lo sé, y no las niego. Pero ya nos acostumbramos a
regodearnos en nuestras virtudes, para no mirar nuestras debilidades. Ya nos
acostumbramos a “pensar en positivo”,
para no mirar los baches del camino. ¡Pobres e ignorantes que se conforman con
su “destino”! Son hermosas nuestras grandezas, pero quedan lamentablemente
opacadas por nuestros fallos, ésos que no queremos ver ni que se “marquen con rojo”.
Y pienso México ahogado en la mentira. Nos mentimos y mucho. No
queremos escuchar lo que culposamente hemos obviado, o negado, o echo a un lado
porque nos estorba. Preferimos perdernos en la mentira de las telenovelas y los
programas “cómicos”, la mentira de Iztapalapa en Semana Santa, en la mentira
que se oculta tras una despensa “regalada”, en la mentira de las minorías y de
la falsa “tolerancia”, en la mentira que provoca una marcha, o un acto criminal
y cotidiano, o en la del “narco-corrido”.
He visto pueblos levantarse por falta de justicia y libertad.
Jamás había visto, hasta ahora que México lo ha hecho, levantarse en favor de
la injusticia, la impunidad, la corrupción y los vicios, lo que no tiene valor.
¡Basta, México! No te engañes ni te dejes engañar.
Reinventemos México y hagámoslo rápido, pues mientras tanto,
México, te condeno: tú eres el único culpable.
Hacienda Ojo de Agua, Tecámac, México; junio de 2020
YO SOY:
Alfonso Maya Trejo. Mexicano. 47 años de edad. Soltero. Hombre de fe, católico
por convicción, rebelde por naturaleza, loco por elección, soñador por derecho
propio.
Trabajo para la Diócesis de Teotihuacán: Ministro Lector y
Acólito. Coordinador de Pastoral en la Parroquia de San Pedro Apóstol. Asesor de
Formación Permanente para Catequistas.
MIS PROPUESTAS:
1. Hacer una campaña, mediática y documental, para despedir
formalmente a nuestro Presidente de la República, y a nuestros congresistas (yo
no sé cómo hacerlo). Aquél, porque no ha sabido gobernar, y de hecho no sabe ni
quién es él, ni quienes somos nosotros. Al Congreso porque, ni los diputados ni
los senadores han obedecido ni servido en lo que los ciudadanos pedimos y
exigimos de acuerdo con nuestros derechos.
2. Hacer una propuesta para eliminar los actuales partidos
políticos. Creo que a estas alturas ya no tienen sentido, pues no presentan ni
una ideología, ni una plataforma política seria, ni siquiera un interés por el
bien común, entre muchas otras razones…
3. Pedir, o incluso, exigir, una nueva Constitución Política, que
renueve y hasta “re-funde”, si fuera necesario, México. Pero no hecha al modo
de la CDMX, sino verdaderamente consultada e investigada por profesionales y
que responda, realmente, a lo que nosotros los ciudadanos somos y queremos,
acorde a nuestra cultura, a nuestros valores y nuestra identidad. Realizada por
un Congreso Constituyente legítimamente formado por la voluntad del pueblo, y
no sugerido, o hasta impuesto, por los mismos de siempre.
4. Pedirle y sugerir a la Iglesia Católica, y a las demás iglesias
cristianas y no cristianas, una verdadera revisión de sí mismas, para que,
desde su doctrina propia y sus valores, más que condenas o exigencias sucias de
poder y autoritarismo, aporten a nuestra nación un sólido fundamento para
recuperar nuestras tradiciones, valores, fe y, sobretodo, respeto a la dignidad
humana, como es realmente su vocación y misión.
5. Fomentar una sociedad verdaderamente inclusiva, más que de
ideologías, sub-culturas, modos y estilos de vida, de personas, valores y
culturas, empezando por quienes reflejan nuestro origen, los indígenas.
6. Revisar y reformar totalmente nuestro sistema educativo.
Necesitamos un sistema educativo acorde a nuestra identidad, valores y cultura,
que se preocupe más por formar personas, que por cuestiones administrativas y
políticas laborales. Un sistema educativo que rescate la verdadera vocación de
los educadores, y que descarte todo institucionalismo inútil y vacío, así como
un sindicalismo servil, egoísta y que más bien busca sus propios intereses que
los de México y los mexicanos.
7. Confrontar seriamente y poner un alto a la delincuencia: a
narcotraficantes, delincuencia organizada y demás. Esto requiere mucha
valentía, verdadero patriotismo y estar dispuesto al sacrificio. No todo se
arregla con diálogo y palabras bonitas. Con el mal y la perversión no se
dialoga, porque no hay nada que acordar o concertar.
MIS
ACCIONES Y COMPROMISO PÚBLICO
1. Por lo pronto, me comprometo a dejar de quejarme y
trabajar bien en lo que sé hacer y en lo que actualmente hago.
2. Ser valiente y dar la cara enfrentando las consecuencias
de mis actos, empezando por las que puedan surgir a partir de este documento.
3. Empezar, a partir de este documento y propuestas, a
formar un grupo interdisciplinario, multicultural y multi-ideológico, que pueda
empezar a colaborar para cambiar nuestra realidad mexicana.
4. Yo soy cristiano católico: por lo que me comprometo a
vivir mi fe, con profundidad y conocimiento, sin mitos, orando, creyendo,
celebrando y viviendo mi fe. Obediente a su Jerarquía. A Dios, pido su ayuda y
su gracia para llevar a buen término esto que hoy me propongo.
NOTAS E INVITACIÓN
Estas propuestas ni son perfectas, ni agotan toda la realidad
mexicana. Son las que se me ocurren de momento y que veo oportunas y
necesarias. Creo firmemente que todos tenemos algo qué proponer y algo en qué
participar: juntos y en comunión. En un diálogo objetivo, respetuoso, ilustrado
y fundamentado. Diálogo con pasión, pero sin sentimentalismos absurdos y
perversos.
Yo estoy harto, y me doy cuenta que muchos estamos hartos. O
dialogamos y actuamos para cambiar pacíficamente nuestra realidad, o… como
decimos popularmente, y disculpen la vulgaridad: nos lleva la chingada,
matándonos unos a otros, y destrozando cada vez más nuestro país, nuestra
cultura, nuestra identidad, nuestros valores y nuestras familias.